Por Guillermo Cifuentes
“Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia”, Litto Nebbia
Antecedente
La no verdad en la ciencia se relaciona con la ignorancia o con el error. En la práctica política, por el contrario, la ausencia de error de los actores políticos se manifiesta en el éxito de lo que se proponen hacer. Sobra, por innecesario, suponer intenciones si estamos de acuerdo en lo anotado. Tampoco se debe olvidar a Bunge: “Desgraciadamente, la cientifización de la política la haría más eficaz, pero no necesariamente mejor, porque el método puede dar la forma y no el contenido; y el contenido de la política está determinado por intereses que no son primordialmente culturales o éticos, sino materiales”.
Entonces uno al emborronar cuartillas y pasar revista a lo que dijo antes puede estar equivocado o ser un ignorante, aunque resulte duro reconocerlo. En los ambientes políticos para quienes transitan esas vecindades o en los académicos cuando el debate es transparente y documentado si alguien o algo decide pasarle la cuenta o revisarle el historial de sus dichos, contribuye a acabar con cierto tipo de impunidad. Una impunidad que existe por efecto de los temores a lo nuevo o a lo distinto y por la incomodidad que acarrea discrepar de quienes durante años han contribuido a instalar el error como verdad que no puede ser discutida.
Estudiando la historia dominicana reciente estaba cuando me encontré con dichos y hechos que porfiadamente se empeñan en reaparecer, prácticamente sin ningún tipo de renovación semántica, teórica o política. Nadie creerá que ya esté olvidado eso de que “Si el PRD resuelve sus problemas será alternativa política al PLD”. Y aunque les cueste y sigan actuando como que ya todos olvidamos a “Ciudadanos y Ciudadanas” del 2012 y su “radical” transformación en “Ciudadanos por la Democracia” en el 2016, tampoco es creíble que esté olvidada la épica de la “Convergencia por un Mejor País” (“La Convergencia decantaría la crisis del partidismo”, 2014). El final de esos intentos no debe ser despreciado, pues su dramatismo impide que se les recuerde con una carcajada.
Quienes no creyeron en la “Convergencia por un Mejor País” no estaban en un error pero entonces les cargaron todos los pecados del mundo a los “buenos”. Tan lejos se llegó que se les acusó de ser peones de los adversarios políticos o partidarios de proyectos mesiánicos, cuando en realidad no había ni siquiera proyecto mesiánico. Si hiciera falta podríamos citar nombre por nombre la suerte de esos ciudadanos y alguno, si es que la decencia existe, debería pedir disculpas.
Conceptualizar
Es absolutamente necesario conjugar este verbo, de lo contrario seguirá creciendo la Torre de Babel que impide que el diálogo, el debate y las distintas posiciones respecto a la realidad sean comprensibles. Claro que también es necesario exigir alguna rigurosidad porque no es posible seguir enfrentándose a representaciones descritas como “parecidas”. La lógica en su más elemental nivel nos debe ayudar a, por ejemplo, lograr el milagro de la operación mental conocida como abstracción para poder hablar, escribir y discutir sobre los movimientos sociales sin hablar de la Marcha Verde pero sabiendo que ésta, si es un movimiento social, está también siendo pensada. Esa es la maravilla de elaborar una idea que remite a un objeto. Ideas que en definitiva remiten a la realidad. Con ese ejercicio lograremos algo definitivamente necesario: generalizar para ir aunque sea en su nivel más básico creando un cuerpo teórico que sustente y revele nuestras posiciones y explique sus consecuencias. De lo contrario no habrá más que cosas “parecidas” que tienden a ocultar por ininteligibles posiciones y consecuencias.
Los Movimientos sociales
En artículos anteriores anotamos la definición de Alain Touraine, y nos mantenemos fieles a ella, seguramente por el paso de los días y la evolución que ha ido teniendo la Marcha verde se hace necesario ir incorporando al estudio temas desde un nivel más “abstracto”. Me atrevo a anotar dos: las razones por la que aparecen los movimientos sociales y la relación de los movimientos sociales con los partidos políticos. Responder a esas interrogantes sin duda facilitarían la comprensión de los fenómenos que tenemos al lado y evitaría que alguien intente resolverlos con adjetivos.
Digamos por el momento que no es posible asimilar como iguales el surgimiento de alguno de los movimientos siguientes y sus relaciones con las organizaciones políticas. Antes de empezar a mencionarlos debo reconocer la alegría que da recordarlos: En el caso del Movimiento Estudiantil Chileno, que saltó a las primeras páginas de las noticias al principio de esta década, pueden establecerse similitudes con las reivindicaciones de los estudiantes de Córdoba de 1918 (“La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sud América”… “Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana”) y con los movimientos estudiantiles chilenos de la década del 60 (“El Mercurio miente”). Y con los jóvenes que llevaron las reivindicaciones de los movimientos sociales a la política y como “Frente Amplio”, el pasado 19 de noviembre consiguieron el 20% de los votos emitidos en la primera vuelta electoral chilena y eligieron a veinte diputados y un senador.
No fue tampoco la misma respuesta la del Movimiento de Pobladores Chileno, que emergió cuando la ocupación de terrenos del Zanjón de la Aguada, y que fue elevado a paradigma por Manuel Castells, en su “Cuestión urbana” y que lamentablemente fue tan incomprendido por los urbanistas. Los pobladores decían en su primera declaración pública: “Hemos aprendido que la lucha organizada, que la lucha revolucionaria debe ser la única manera de obligar a estas autoridades a dar preferencia a las más urgentes necesidades de la población”. Destaco de esta cita lo de “estas autoridades” para que se entienda que el movimiento social ni siquiera se planteaba el cambio de las autoridades. Distinto también fue la forma en que el Movimiento de los Sin Tierra (MST) de Brasil ‘negoció’ sus reivindicaciones o a lo mejor habría que buscar lo sucedido en el Movimiento Pachakutik de Ecuador.
Como se ve, todo apunta a la necesidad de conocer, de investigar, de comparar, de buscar referencias. Si bien es cierto que la mayoría de los procesos sociales cargan siempre con algo de originalidad, no está demás dar una mirada a las experiencias de otros, así a lo mejor no se tarde mucho tiempo en descubrir que una buena parte del problema no se resuelve reclamando por la ineficacia de la oposición o de su ausencia.
¿No será que lo que falta es una alternativa?
cifuentes.guillermo@gmail.com